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Cuando ella es la pervertida




   Las sociedades educan a los hombres a través de múltiples procesos para que aspiren a una relación monógama con una mujer como una forma beneficiosa de convivencia para ambos, evitando las formas de sexualidad denominadas pervertidas. Pero al mismo tiempo, la naturaleza ha dotado al hombre de una carga lujuriosa de deseo sexual que supera varias veces a la femenina (siempre hay excepciones, claro) y que resulta difícil de sobrellevar durante toda la vida si la monogamia es la única opción permitida.


   Salir cada tanto de putas es una forma controlada con que muchos hombres soportan dicha carga y suele ser tolerada por muchas mujeres que lo saben y miran para otro lado mientras se evite la vergüenza de que se haga pública. Los servicios sexuales on line son cada vez más utilizados; en su inmensa mayoría por hombres. De tan natural que se considera, el sexo pago nunca será visto como una perversión a menos que las chicas sean menores de edad. La sociedad también lo admite en voz baja, o cada vez más alta; sobre todo cuando algún famoso es descubierto con los pantalones bajos, la chica se vuelve mediática, el mundo finge escandalizarse, luego él se muestra arrepentido, al final su esposa lo perdona y el circo de la hipocresía sigue rodando.

   Como alternativa a toda esta mentira institucionalizada, las relaciones abiertas (entre ellas, el clásico swinger) van de a poco ganando lugar: allí se pretende priorizar la sinceridad por sobre la moral monogámica convencional. Esta forma de sexo tiene mucha prensa, suena muy chic pero aún está a prueba de que pueda conformar un modelo de relación sostenida en el tiempo que compita con la monogamia.

   Existe además una tercera forma, más controvertida, casi subterránea de tan negada y prohibida, que un hombre encuentra para gozar del sexo durante todo el matrimonio y evitar la tan temida monotonía conyugal. Es casarse con una mujer promiscua que lo domine a través del adulterio. Una mujer que busque el sexo con una intensidad mayor a la de él y que no se conforme con la cama matrimonial. Esta fantasía sí que entra directamente en la categoría de lo perverso. Siempre fue y siempre será una perversión, con la peculiaridad sexista que la pervertida es ella y él parece ser la víctima de su perversión.

   Cuando ocurre que una forma de sexualidad como por ejemplo el adulterio femenino / cuernos consentidos es catalogada como pervertida? Por ejemplo, suele ocurrir que personas angustiadas por no aceptarse a sí mismas ni a su sexualidad van a confesarse a un diván de terapeuta. He conocido a crossdressers que han atravesado esta dolorosa experiencia. Cada tanto se publican libros o se dan conferencias que recopilan estas confesiones y se establece de forma más o menos general cuales son las tendencias sexuales que generan la angustia. Esas formas son denominadas perversiones. Son sexualidades alejadas de la norma, formas de relación que provocan daño a las personas que caen en las mismas. La otra forma común de saber qué es una perversión es cuando llega al nivel de la obsesión y genera conductas autodestructivas o criminales y entonces el sexo aparece como móvil en alguna investigación policial.

   La conclusión a la que yo llego es que nunca nos enteraremos de cuantos gozan con formas de sexo de las que se clasifican como perversas si lo viven en su intimidad, con felicidad, sin conflictos psicológicos ni generando conductas delictivas. Si su sexualidad pervertida es tan privada como la de aquellos que sólo practican el coito misionero en silencio y con la luz apagada, nunca sabremos qué hacen ni cómo lo hacen.

   Si hablamos de cuernos consentidos como una de las perversiones por excelencia, cuando la pervertida es una mujer como yo y la víctima cornuda es un hombre como mi esclavo esposo que lo disfruta en silencio, jamás se escribirán libros de sexualidad describiendo nuestras actividades enfermas ni tampoco seremos una pareja que aparezca en las noticias. Lo vivimos privadamente. Para comunicarnos, comenzamos a escribir este nuevo blog  como un testimonio de quienes somos y cuál es nuestro estilo de vida de dominación conyugal femenina. Mejor dicho, de felicidad conyugal, debido a que en nuestra pareja, la pervertida soy yo.

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