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Reivindicación del fetichista sumiso





   La dedicación con que los masturbadores fetichistas adoran a las Divas Dóminas Profesionales que se promocionan en las páginas de Internet y a otras tantas como yo que sin ser profesionales nos comportamos de forma similar, es directamente proporcional al desprecio y a las injustas críticas que reciben en otras páginas de Internet en donde se opina y se debate sobre BDSM, tachándolos de pajeros (y de paso, a ellas también las desprecian considerándolas putas).

   Por eso es que hoy quiero dedicar esta columna cruzando una lanza en su defensa (aunque creo que dado el tema, debería utilizar como arma un látigo o una fusta), en defensa, digo, de esos mismos y despreciados pajeros, que no son otra cosa que los intrépidos coleccionistas, buscadores de placeres y catadores de imágenes sado sensuales y femeninas con los que tanto me identifico observándolos desde la otra orilla de la dominación femenina sexual.


   Cuando hablo de imágenes no sólo me refiero a lo estrictamente visual sino a todo aquello que excita los sentidos desde la femineidad sensual. Cabelleras mojadas hasta la raya de nuestros culos, lazos corseteros que nos aprietan las tetas que siempre parecen al borde de explotar, cremalleras brillosas de prolongadas botas taconeadas de agujas acrílicas más todo lo morboso que se les ocurra agregar; todos aquellos placeres nacidos de la dominación femenina fetichista que obligan a tragar saliva a las tías solteronas y a los señores arcaico - discursivos que son los que suelen predicar lo que llaman la verdadera cultura BDSM por todos los medios. Lo que más me repele es que se autoproclaman campeones de la diversidad y víctimas de discriminaciones para luego despreciar a mis galanes románticos que dedican horas de deseo y testosterona masturbatoria a adorarnos a las mujeres que los excitamos. Ellos en su rol y Nosotras en el nuestro; una fórmula elemental y hedonista a la vez.


Estas reuniones están llenas de pajeros. Qué problema… Esto ya no es el verdadero BDSM...


   El combustible milenario que alimenta el motor de la dominación femenina es el deseo masculino de satisfacer sus ansias de sumisión mediante la adoración fetichista. Mi experiencia me ha enseñado que son los varones quienes siempre están intentando aderezar el sexo con algún tipo de condimento fetichista y me basta cinco minutos de franca conversación con cualquiera de ellos para descubrir por donde van sus gustos secretos. Con mis congéneres, la cosa es diferente y la mayoría de las que nos confesamos fetichistas, y no somos demasiadas, lo somos de nosotras mismas o de otras mujeres. Rara vez nos excitamos con lo masculino.

   De donde viene esta forma tan particular de sexualidad? Yo apuesto que cuando el fetichista se asoma al mundo del sexo y busca en una novia a su diosa personal para adorarla, ocurre en una inmensa mayoría de los casos que no la encuentra. Entonces suele desarrollar una fuerte pulsión masturbatoria orientada a su fetiche. Los records de visitas a los sitios porno en Internet y la enorme variabilidad de escenas no deja dudas al respecto; hay fetiches para todos los gustos y público para todos los fetiches posibles. Con el paso del tiempo y la llegada de diversas experiencias sexuales y amorosas, la pasión fetichista puede disminuir o puede hacerse más intensa, hasta alcanzar la precisión y el poder de un rayo laser. No dejo de pensar en estar de rodillas mientras ella me pisa con botas rojas de vinilo hasta la rodilla y taco alto.

    Si encuentra la pareja correcta, será la felicidad para ambos pero lo más común es que no la encuentre y busque la evasión entregándose a una dómina profesional a la que adorar mediante tributo a cambio del otorgamiento del fetiche. Nadie debería asombrarse y nadie debería objetarlo; sin embargo en los debates en sitios web de BDSM sigue existiendo un claro menosprecio hacia ese tipo de sumisión por parte de una cultura predominante que viene codificada en el lenguaje de los amos y las sumisas.

   El sumiso varón ansioso de adorar a una dómina que cumpla con sus requerimientos fetichistas y la mujer o travesti dominante que exige un tributo a cambio de satisfacer ese deseo, son los seres más despreciados por las comunidades BDSM de habla castellana. Ellos son pajeros que sólo buscan satisfacerse con putas disfrazadas de cuero o latex y nada tienen que ver con el verdadero BDSM.

   Entre gente supuestamente tolerante y diversa, la hipocresía suele disfrazarse con el manto de la piedad. Con la excusa de que el sumiso debe aprender a valorarse, se lo discrimina peyorativamente cuando, previo tributo o regalo consensuado, quieren sesionar un rato con la Dómina fetichista que le gusta. Considerando que la sumisión basada en la excitación que provocan los fetiches sado, sensuales y femeninos es de inferior categoría frente a la tan laureada y misteriosa entrega del alma sumisa, un intangible que nadie supo jamás qué es ni para qué sirve, el sumiso debe aprender a no dejarse manipular por las putas de cuero y latex que sólo quieren sacarle dinero.

   Nunca debemos olvidar que para el BDSM de los amos y las sumisas, la sumisión no es una exquisita forma de obtener placer sino un camino de aprendizaje en donde un supuesto master ilumina cada paso con su sabiduría. Son algo así como una comunidad pitagórica. Así es como en los debates pretenden defender a aquellos que no necesitan de su defensa porque lo que buscan no son aburridas teorizaciones cargadas de pedantería sobre el ser sumiso sino mujeres dominantes que los escuchen sin juzgarlos.

   Alguna vez, hace ya más de una década y en un momento de mi vida de alta participación en fiestas sado en la comunidad BDSM de Buenos Aires, fui calificada amistosamente como atorrantemente exhibicionista y degenerada. Si como dice la gran Ama Eva, fetiche es simplemente ponerte guapa para el sexo, eso es lo que soy y lo que siempre fui. Me gusta provocar la respuesta sumiso - fetichista en los hombres. Ese deseo explícito del pajero fetichista, ese brillo con semen en sus ojos, ese morderse del labio inferior al verme, esa vulnerabilidad masculina imposible de ocultar ante mi larga melena, mis botas de taco, mis guantes largos, mi maquillaje de putón, mi fusta; toda esa excitación fetichista conserva para mí la inocente perversidad del sexo en la relación pura entre estímulo y respuesta. Estímulos de imagen, de tacto, de oídos atentos a la orden suave o estricta, a los aromas que exhalo, en fin... la respuesta de los sentidos a lo sensual, la respuesta natural de un macho al estímulo de la hembra, la respuesta que no se enturbia con dialécticas ni academicismos ni moralinas. No me interesa nada de esa entrega del alma que tanto parecen valorar la mayoría de las sumisas; conmigo todo es una fiesta de los sentidos. Cuanto más promiscua, más oscura, más morbosa, mejor.

   Quise recordar en esta entrada, a modo de breve homenaje, a los que alguna vez denominé afectuosamente los cartoneros de una imagen. Eternos eyaculadores que sueñan en damas imaginarias del comic, aduladores mentirosos y adorables, voyeuristas irredentos de películas XXX y bailarinas de poledance,..para ellos, siempre con la idea fija, espiando vidrieras de lencería, revisando ropas de madres y hermanas o probándose algun rouge o unas panties de la esposa a escondidas, para ellos, que recorren el mundo con su paja a cuestas y buscando quizás sólo una imagen femenina que los satisfaga por breves minutos, para ellos va esta humilde defensa… y un aplauso (junto a un taconazo de esos que tanto desean).




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